Tandil, la ciudad bonaerense que recibirá el XI Encuentro Nacional de Cuidados Paliativos de la AAMyCP, del 26 al 28 de septiembre de 2024, es el lugar ideal para realizar un evento de este tipo, por su rica historia, sus rincones mágicos y su compleja gastronomía. Desde el sueño de los picapedreros italianos que cimentaron la ciudad desde su nacimiento, hasta llegar a la moderna urbe que hipnotiza hoy a todos, Tandil tiene una rica historia marcada desde el impulso de su mito fundador, el general Martín Rodríguez, quien supo que estas tierras estaban destinadas a ser prósperas y pujantes.

La ciudad nació en 1823 a partir de un pequeño fuerte fundado por Rodríguez, brazo derecho del que sería luego el presidente Bernardino Rivadavia. Era un eslabón más en la cadena de fortines creados para proteger a las tierras ganaderas y en el que vivían, por entonces, unas 500 personas. Allá por 1870, los inmigrantes italianos, expertos en el arte de labrar la piedra, llegaron a Tandil. Más tarde se sumaron españoles y yugoslavos. Instalados en las inmediaciones de las canteras, vivían en casillas de madera y chapa junto a sus familias mientras trabajaban la tierra. Este recurso se convirtió en la fuerza económica de la ciudad en esa primera etapa de pujaza, hasta la llegada de la agricultura en los años 30, lo que significó la explosión definitiva del lugar.

Pero fue en 1912 cuando un estruendo marcó la ciudad a fuego. El 29 de febrero, la erosión hizo que cayera la Piedra Movediza, famosa en todo el país. La roca, en lo alto de un cerro, solía congregar a los mapuches que habitaban la zona. Con sus 300 mil kilos, la mole se balanceaba apenas perceptiblemente sobre una base de menos de un metro. Con el tiempo, la piedra movediza se convirtió en atractivo turístico. Pero ese día la piedra cayó al vacío y se partió en tres pedazos. El golpe fue duro, pero más que nada para la ciudad que recibía a viajeros de todas partes para conocerla.

Al cumplirse el 50 aniversario de la caída, el entonces intendente, José Emilio Lunghi, buscó resucitarla. El proyecto, sin embargo, quedó trunco hasta medio siglo más tarde. Fue cuando el actual jefe comunal, Miguel Ángel Lunghi, hijo de aquel dirigente, decidió volver tras los pasos de su padre y finalmente la réplica de la piedra mítica fue subida a la cima en 2007.

Más allá de la piedra, lo cierto es que Tandil hizo del turismo su verdadera vocación. Entre las múltiples opciones para visitar y conocer, el paseo del Monte Calvario es una de las más conmovedoras representaciones de la Pasión, a la vez que una vigorizante sesión de trekking. También, el Parque Independencia, con el castillo morisco entre coníferas centenarias y la imponente estatua ecuestre del fundador, el cerro Centinela o incluso el Cristo de las Sierras -de 15 metros de altura y ubicada a 360 metros sobre el nivel del mar-, merecen la atención de los cientos de turistas que visitan la ciudad cada año. 

Y así sigue la vida en Tandil, entre los raquetazos de Juan Martín del Potro, el sello que dejó el paso por allí el escritor Osvaldo Soriano o la magia que le aportó René Lavand. Si bien el maestro del ilusionismo había nacido en Buenos Aires, se instaló entre las sierras y fue adoptado como hijo pródigo. Hoy, frente a la plaza Independencia, su recuerdo se hace aún más tangible en la sosegada atmósfera que se respira en el bar Antonino.

Justamente, este bar se sitúa justo entre las tres sedes que tendrá el XI Encuentro Nacional de Cuidados Paliativos: el Teatro del Fuerte, la Municipalidad y el Museo Mumbat.